Boyhood, ¿dónde está la película?

"Lo primero de todo, pongamos algo de música de fondo"

Pero… ¿dónde está el cuadro?, exclamó el famoso poeta, crítico y novelista francés Teophìle Gautier al visitar la sala donde se encontraba el cuadro comúnmente conocido con el nombre de Las Meninas.

Las Meninas, de Diego Velázquez.

 

En su cuadro, Velázquez revindicaba la figura del artista. Y  construyó la obra experimentando con el espacio, con la perspectiva, con espejos, bañándolo con una meditada luz natural. Diluyó los límites del lienzo, se desvió del cauce natural del pintor de cámara y provocó una interacción directa con el espectador de la obra, con el entorno expositivo y con la época en la que fue realizado.

Boyhood, de Richard Linklater.

 

En su película, Linklater revindica la figura del director como un arquitecto de nuevas ideas y propulsor de una experimentación con nuevos materiales. ¿Se puede construir una película con el tiempo, como si de vino reposando en la barrica de roble se tratara? No sólo sí se puede, sino que el reposo al que se invita a la película y a sus personajes durante 12 años nos lleva a dimensiones hasta ahora inexploradas; a nuevas formas de habitar y de experimentar una obra cinematográfica. Nuevas sensaciones, nuevas emociones. Catedrales del siglo XXI construidas con el poderío, la aparente inocencia y la intangibilidad del tiempo. 

No harán falta museos en un futuro para recordarnos cómo éramos en la primera década del siglo XXI. Bastará con poner Boyhood en una pantalla.

 

Pero… ¿dónde está la película?

 

dadatecto.



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En busca de La Gran Belleza

Te propongo un juego antes de comenzar la velada, lector mundano. Mira las tres imágenes de abajo y piensa en una palabra que pueda unir a todas ellas. 

Escena de 'La gran belleza' de Paolo Sorrentino.

Escena de 'La gran belleza' de Paolo Sorrentino.

Escena de 'La gran belleza' de Paolo Sorrentino.

Tranquilo, vamos primero a la terraza -igual la conversación te ayuda- y luego hablamos al final.

Hoy la ginebra se viste de rojo. El gran hotel Budapest

[Nota previa: Si es su primera vez en el Cineático, pase por aquí que le presento a los amigos de Jep antes de empezar con las copas.]

 

Cartel de El gran hotel Budapest.

En mi cabeza se dibuja imborrable un rincón del patio de mi colegio. Se encontraba en uno de los extremos del recreo, alejado de las miradas indiscretas de los profesores. Un gran arbusto hacía de cabaña; y una acequia se hacía paso al otro lado de la valla. Es el lugar en el que pasé mi niñez; en el que jugué a los tazos, a la botella y a los cromos; en el que me di el primer beso; fue el escondite de nuestro primer cigarro robado a nuestra profesora; o el lugar en el que pesqué una trucha con una caña improvisada.

Bienvenida y presentaciones.



El anterior post de bienvenida fue un tanto coitus interruptus. Te dejé, lector mundano, a las puertas de la terraza de Jep. Llega el momento de presentártelos o, por lo menos, empezar a poner cara a los que nos acompañarán en todas esas noches de copas, mientras los créditos de la última película caen melancólicos por la majestuosa pantalla de Pep.



Fuente: Paco CT

No están todos los que son pero sí son todos los que están.

Créditos. La bebida, en la terraza.

  -La bebida, en la terraza; los hielos, en el primer cajón del congelador; el baño, al fondo a la izquierda –dijo Jep al enésimo hombre mundano que cruzaba en ese instante la puerta de su vivienda-. Bienvenido a mi casa, por cierto. No recuerdo haberle visto antes por aquí. Está en su casa.

 -Un placer- titubeó el último invitado con cierta expectativa y respeto hacia lo desconocido.

 -Pase, le presentaré a los demás.